Oficios como el vendedor de algodón de azúcar, los emboladores, los escribientes en máquinas Remington, y los relojeros, han venido disminuyendo.
Y es que la tecnología con apps, y dispositivos celulares han cambiado la forma de consumir el servicio que ofrecen estos servicios.
Un relojero experto como Camilo Torres agudiza todos sus sentidos. Se cerciora de escuchar aquel tic tac que lleva oyéndolo repicar en los últimos 61 años.
Hace cuentas. Esas seis décadas suman 534.360 horas de su vida inmerso entre minuteros, segunderos, ruedas de balance y todo el engranaje que hace posible el movimiento mecánico del reloj.
El tiempo es su vocación, dice este trabajador incansable en su taller, en el barrio La Flora.

Claro que los celulares que traen consigo la hora, lo cual afecto el mercado porque el volumen de relojes para reparar es menor.
Sin embargo, como lo señala, aún mantiene la fidelidad de sus clientes, ya contemporáneos que no se separan de sus viejos relojes.
Inclusive, aquellos Jawaco de pared con el campanero son parte de su especialidad para que afine todos sus sentidos.
Escucha con detenimiento el motor de alguno que le llega dañado por el agua o por el mismo paso irreversible del tiempo y bajo lupa saca sus herramientas para encontrar la falla que impide al segundero seguir avanzando. Tic tac, tic tac.
“Empecé cuando tenía 5 años. Mi papá que era odontólogo y me enseñó. En esa época había como más talento, la gente de esa generación estaba más pendiente de arreglar las cosas, todo. Había menos tecnología eso sí. Los mismos relojes le van enseñando a uno”.
El relojero es una de las más de 887.000 personas que en Cali forman parte de la población económicamente activa, según datos de la Gran Encuesta Integral de Hogares (GEIH) en el área metropolitana que midió el período entre enero y noviembre del año pasado. Según la Secretaría de Desarrollo Económico del municipio y el Observatorio Regional del Mercado de Trabajo del Valle del Cauca, en la capital del departamento, la fuerza de trabajo se concentra en los hombres con 465.623 frente a 421.386 mujeres.
“Antes se trabajaba mucho en el reloj mecánico. Hoy, la relojería está más tecnificada. Pero los relojeros artesanales estamos en extinción”. Pero, este relojero sonríe orgulloso de que dos asistentes le siguen sus pasos para que este tic tac perdure.

Entre tanto, en el parque de los Poetas repica otro sonido. El de desaparecidas máquinas de escribir como la Olivetti o la Remington. Tas tas tas. “Soy Germán Martínez y soy asesor público tributario”, dice a pocos metros de los poetas Jorge Isaacs, Carlos Villafañe, Ricardo Nieto, Octavio Gamboa y Octavio Llanos, sentado en su rústico escritorio de madera. “Nacimos en la Plaza de Cayzedo y llevamos 12 años en el Parque de los Poetas. Soy chuzógrafo de la universidad de la vida y hago todo trámite que necesite”.