Gracias, pero no.
La herida no sanó. Cuarenta y cinco días son muy poco para tan profundo dolor. Por afuera parecerá curado. Porque después de unas primeras horas recluido en la intimidad absoluta en la que el gesto serio solamente era capaz de romperse ante la ternura de sus hijos, Lionel Messi levantó la cabeza y descargó parte de sus broncas en unas vacaciones con la familia completa en Ibiza. Circularon fotos y videos suyos al fin sonriendo. Y esa sonrisa de barba rojiza se vio de nuevo mientras jugaba con su increíble perro Hulk en el jardín de su casa en Castelldefels un día antes de volver a la actividad en Barcelona.
Y ahí el semblante le cambió . Otra vez junto a su amigo Luis Suárez y con la nueva presencia de Arturo Vidal, Leo se mostró con las ganas renovadas de afrontar la temporada que viene. Ya levantó su trofeo número 32, la Supercopa de España, al vencer a Sevilla por 2 a 1 el domingo en Marruecos. Sin embargo, por adentro, el estómago se le revuelve cuando se le cruza algún pensamiento de lo vivido en Rusia. Su flojo Mundial, un equipo que jamás fue tal, el penal errado con Islandia, el planteo hacia Jorge Sampaoli tras el 0-3 a Croacia, la agónica clasificación ante Nigeria con su golazo incluido, la eliminación a manos de Francia. La decepción. El silencio. Y la incertidumbre.
Fuente: www.clarin.com